Desespera…

Desespera mi mano

de la forma de tu cuerpo

que se escapó ya hace

una noche

que es un siglo

para mi dolor

abundante y refinado

totalitario en mis instantes

de agudo vacío de tu voz

que ahora no suena

como ese cuerno

llamando a la batalla

entre tu sexo hundido

y mi deseo atroz

Torrente de palabras, ahora que la vida está en pausa

Oscuros deseos mueren en el azar;

ya la nostalgia es el átomo y es la partícula.

La quietud es la tirana del ahora, es el látigo del verdugo que no quiere matar.

Los vientos de la rutina azotan estos días.

Un descanso de tus labores, un río de vientres,

sentados, mirando el sol por la ventana.

Ya no brillan estrellas que el vidrio deforma,

son parpadeos de praderas desiertas.

Seres desterrados en sus propias casas,

anhelantes de destinos ajenos, pero paralelos.

Alguna vez soñamos con el descanso y el ocio,

ahora que es hábito, permanencia, en la mente

volamos desesperados al enjambre de hierros y humanos:

buscamos la magia del hastío, del ruido, del estrés citadino,

extrañando la esclavitud del reloj, de la muerte en la oficina.

Ya no hay horarios, ni días, ni amaneceres con despertadores.

Hay silencios externos, nubes de smog que se mudaron de área.

Ríos cristalinos nos lastiman a lo lejos, pues aprovechan su pureza,

ahora, que están ausentes las miradas.

Un rayo ya no se vuelve trueno, sino alarma de la distancia,

trompeta que anuncia el vacío de seres y de máquinas.

Vuelvo a mirar a mi alrededor, y resulta inquietante la cercanía;

estar cerca es estar lejos, vulnerable, perdido.

Somos abejas que perdieron la colmena y las flores.

No imagino ya los abrazos, ni el beso que empieza la jornada;

estamos presos de lo invisible, de lo que vino de lejos.

Un murciélago marca nuestro ritmo, nuestros miedos.

¡Un murciélago! Un ser que de la noche trajo la muerte;

desde la gula nos aletea en las células, hundiendo pulmones,

elevando temperaturas y exprimiendo las mentes.

Allá a lo lejos algunos respiran por las telas;

algunos con las manos sintéticas, otros arriesgando la piel del tacto.

Guardan distancias paranoicas, acaso inútiles,

mientras ruedan apenas coches; apenas bípedos motores.

Ya escuchar conversaciones, bocinas y gritos, son ausencias sonoras.

No hay nudillos sobre las puertas, ni índices sobre los timbres.

El mundo parece un conjunto muerto, aunque siga vivo en el aislamiento.

Mientras tanto, algunos seres se regocijan de nuestro retiro;

vagan libres, ya no solo en las praderas:

Las ciudades se volvieron zoológicos sin rejas.

Me ufano por adivinar lo que quedó vacío;

imagino cómo es el aire en el lugar en el que, ahora, nadie respira.

Intuyo al oxígeno sonriente, por fin libre de inhalaciones,

danzando con el carbono, en bailes interminables por el éter.

Pero no se trata solo del aislamiento; se trata del después,

del sentir de las pieles que cambiará para siempre.

Imagino futuras aldeas ya libres del terror invisible,

pero todavía con seres presos del terror de la cercanía.

Seremos luces temerosas de los destellos, rogando oscuridad de afectos.

Ya los brazos no acortarán espacios, ya las bocas no chocarán mejillas.

Veremos un mundo gobernado por el vacío entre las carnes,

respetando con estridencia las órbitas ajenas.

Rogaremos por flotar, para evitar dermis cercanas.

El epitafio:

Seremos entes sin vitalidad; seremos vientos sin hojas que desparramar.

Instantes

Me seguía la sombra, agazapada.

En un sendero de curvas, sombrío.

 

En una brisa recibí la caricia

de un pétalo ondulante, reo del viento.

 

Una luz riega allá ondas, allá partículas.

 

No ahorres sueños, derróchalos con fuerza.

Ahorra en cambio verbos y sustantivos.

Con la mirada se pueden ver los caminos,

con la boca se pueden derribar los puentes.

 

En la noche la Luna es reina y yo mendigo.

En el día Ella es ausencia y yo un suspiro.

Desorden vital

Oh, en íntima soledad

despedazo el momento.

 

En un raconto vuelco las palabras;

en una mirada desnudo realidad.

 

En nubes de profunda calma

vuelo al cielo anterior, ya ido,

en una vuelta del ser (y de dios).

 

Estoy erguido,

y en los ojos entran humo y hastío,

como bruma de vapores tristes, caducos.

 

Vuelvo al vacío de una noche,

de un cigarrillo muerto en la vereda.

 

Es una vida en fotogramas,

una brusca minuciosidad.

 

Someter el tiempo, perder la noción del ser,

andar desnudo de prejuicios y sus convenciones.

 

Vivir en un segundo, morir a perpetuidad;

es la danza de una vida,

es la noche que avisa:

«tal vez, mañana, ya no escribas más»

Hay algo que me falta…

Hay algo que me falta,

Hay algo que me sobra.

En el sucio lago

Un rostro no se reconoce.

Un viento de sueños

Perfuma ausencia, hastío.

Un breve mirar, fugaz parpadeo,

Origen de musas, de ideas viejas.

Muere un sueño que no se vive.

Dulce noche.

En un breve paso agoté estrellas

Sedientas de miradas.

Un refugio efímero, sin techo,

Un verde sendero de miserias.

Soy un errante, un suspiro.

Soy misa de domingo.

Era amor,

Luego fue un sueño roto.

Un sentimiento quebradizo,

Ahora es nada.

Inocentes

Ya nació el niño que el hoy no vio.
Lo hizo de noche, para aumentar el misterio.
Vino de espíritu con carne,
de luces entre sombras, de un mundo sin sol.
Dicen que su padre es como el turquesa,
que su madre no fue del hombre, e igual parió.
Tuvo visitantes tan distantes, como el mito.

 

Hubo un día en que un ser, dicen ángel,
le dijo al carpintero (no padre):
“huyan cerca de la esfinge, pues la espada despertó”.
Y así el niño, entre brazos errantes, cerca del Nilo terminó.
Inocentes, pobres, fueron su cortina de humo,
y el silencio de los seres, fue epitafio del horror.

SIN SER

en nombre de dios
decidí quemar los inciensos
sin tu presencia
pues tu ausencia es tan noble como el viento en la hoja

ondean vagos mis pasos de fértil huella
en un terreno ajeno a mis dominios
en éste mundo el cristal brilla en gotas
escapando del clima de nadas que secuestran sueños
por eso es pesadilla el momento que me habita

en el color de mi mejilla se traduce una lágrima de hartazgo
del fuego solitario vino el impulso del desagote
como frío inoportuno que transgrede un verano
como la lluvia que olvida que el sol todavía está desnudo
es el barco de los perdidos que olvidaron la brújula el norte y las gaviotas

en el atardecer sin brillo ni premonición de oscura noche
sale del pecho un grito anhelante del eco
pero es llanura sin la caja de resonancia que regala el abismo
y en el borde del desespero te deja solo y con la voz trunca

no existe cielo ni luna que salve del vacío oscuro
que hace caminar a los extraviados que creyeron saber de senderos
la pérdida de materia para sostener la energía de los pasos
es la venganza cuántica de lo pequeño -lo importante-
que recuerda que en lo grande se pierde el tesoro del espíritu

adentro es más pequeño que el gigantesco afuera
pero lo imperecedero cabe en un bolsillo

Algo

Quiero un impulso, un camino, un retorno;

Una vida, un puente, algún extraño destino.

Sospechar finales, ignorar los principios.

Someter razones, explorar mis sentidos.

 

En la nada vivo, en el ser soy vacío.

En el mundo muero, en la soledad revivo.

En la mañana floto, en la noche camino.

En el centro muero, en los bordes vivo.

En el sol me derrito, en la lluvia me unifico.

 

Estoy vivo, aunque ya no soy el que escribo.

Poesía a Ecuador

Veo en tus pupilas ese país:
Pequeño en el mapa, grande en paisajes.
De un lado bañado por el furioso océano,
Del otro estrellado en las alturas del cielo,
Para culminar envuelto en el verde oriental.
Gente de rasgos latinos casi todo lo puebla,
Mezcla de conquistas, de culturas opuestas.
Tiene el alma de un pueblo casi desaparecido,
Con dolores diversos: de muerte, de olvido.
Y un barbado imperialista que se vino a quedar,
Con su sangre, con sus riquezas, con su espíritu.
A sangre y fuego a la corona se les hizo tributar,
Y a Cristo, de forma infame, se les hizo adorar.
Y así la espada sangrante forjó un destino popular:
Multitudes como tímidas, como ausentes,
Quizás portadoras de cierto miedo, de cierto prejuicio;
Y miradas como llenas de alguna nostalgia,
Anhelantes de algún tesoro perdido.
Pero los siglos borran siempre los llantos, la congoja,
Y dan a todos, a muchos, la ocasión de levantarse
De esas cenizas que como al ave, permite volver a volar.
Tiene todo el mapa resumido en su pequeña geografía:
Montañas, valles, ríos, selva y un agitado mar.
Entonces, sin excusas, es tiempo de soñar
De ser herederos de destinos grandiosos,
De ser una Nación, que en sus baluartes, sea sin igual.

Introspección

Soy un mar de versos, soy mi poesía.
Soy murmullo de gritos, soy las voces perdidas.
Soy la lágrima, soy la sal de tu pupila.
Soy el viento de la calma, soy la brisa.
Soy el que busca atajos, soy una línea.
Soy el cuento perdido, soy la teoría.
Soy un llanto lejano, soy melancolía.
Soy la calma de lo frenético, soy la osadía.
Soy el puente que une, soy lejanía.
Soy un triste recuerdo, soy alguna vida.
Soy caminante, soy camino, soy huellas perdidas.
Soy un momento, soy una chispa,
que se irá algún día.